miércoles, 28 de noviembre de 2007

El predicador


Siento el viento del desierto como varios cuchillos cortándome. El sudor recorre mi espalda desnuda y termina mezclándose con la sangre de mis heridas. Mis ojos cansados ya no ven esperanza en el camino y solo me dejo caer en la arena, como un hombre derrotado. Los buitres que vuelan en los cielos me acechan, en ellos veo a la muerte y el miedo se apodera de mí.

No tengo las fuerzas suficientes para levantarme. Tuve que escapar de la ciudad del pecado por miedo ya qué los cristianos morían a golpes y no quería ser víctima de la sangrienta matanza.

Los solados del Rey están en mi búsqueda, pronto me encontraran, pondrán fin a mi vida y sueños. El ideal de mis amigos y el mío, era que la palabra de nuestro Señor fuera escuchada, pero todo fue en vano, mi fe no fue lo suficientemente fuerte para combatir las armas de los soldados que hirieron mi espalda mortalmente. El dolor es tan lacerante que no logro concentrar mi mente para una última oración.

El sol castiga de manera brutal mi espalda. Cuando imagino todo perdido, siento una brisa helada que alivia mi sufrimiento, luego unas manos envueltas en un aura dorada acarician mi cabeza y comienzo a entrar en un profundo sueño, es mi Dios quien me otorgó el derecho al paraíso.

sábado, 24 de noviembre de 2007

La Fe

Dios es un ser divino capaz de realizar todo tipo de acciones, su poder no tiene limite y su origen es desconocido, aunque supiéramos los inicios del altísimo y el universo, nuestra mente mortal, no sería capaz de comprender.

Los hombres, reiteradamente buscamos respuestas a todo, la curiosidad es una de nuestras mayores deficiencias, además somos débiles y con poca fuerza de voluntad.

Siempre terminamos por caer en las trampas de Lucifer el ángel caído y corrompido por la envidia. Somos cándidos y ciegos, Jesús siempre ilumina a los hombres, pero estos no logran visualizar su luz santa, como consecuencia se pierden en las fauces de la bestia, quien los devora y oscurece sus mentes con maldad.

Nuestra fe en Dios, es la única arma capaz de ahuyentar al demonio y sus ángeles corruptos, no debemos dejarnos influenciar por ellos. Creemos fielmente en la luz sagrada y desvanecemos las tinieblas con la lealtad hacia el Santo Padre.

Solo a Dios le otorgamos nuestro espíritu y cuerpo, para que seamos fieles seguidores de su palabra y como recompensa estaremos en el glorioso reino celestial, en el cual las almas transparentes y puras llegaran a brillar y cantar canciones de devoción al Señor.

Terminemos con los actos malditos y beneficiemos nuestra alma con bondad y amor.