sábado, 19 de abril de 2008

Traición al amor

En un camino de aislamiento va el Bardo, alicaído por su traición. Afligido avanza aquel caudillo del poema recitativo, soportando su mordaz recuerdo.
A través de sus memorias por breves segundos cree haber vuelto al castillo, pero todo es obra de su imaginación y en cuestión de segundos se desvanece todo lo que amo.

Pobre corazón poético, sangra por un amor inalcanzable, la traición del bardo es amar
lo imposible,que desdichada pasión y que fatídico sentimiento es el que padece. Se sumerge lentamente en el vacío sombrío de su angustia.

Amor fantasioso que vil eres al jugar con un individuo que divaga inconscientemente en su alma vulnerable y alejada de Dios. Ya no distingue entre vivir o morir, puesto que para él la muerte es su salvación, por ello comienza a especular una respuesta definitiva. ¿Qué elegirá el Bardo? ¿Morir temiendo a un misterio divino? ¿Vivir marchito por un amor? Sus pensamientos profundos solo han de llevarte a la demencia.

El Bardo cree avanzar, pero solo esta siendo víctima de una ilusión y se estanca en un estado agonizante. Vuelve a pensar en el amor y se da cuenta de su miserable soledad, nadie lo ama, solo mujeres de la nobleza lo llaman por necesidad ya que necesitan de un cuerpo joven, cosa que no pueden ofrecerles sus esposos, dueños de riquezas ilimitadas y tierras, pero poseedores de un longevo cuerpo. A través de sus cantos hechizaba a damiselas y no pudo pensar la posibilidad que una sería la causante de su amor y sufrimiento actual. Jugar al seductor ahora trae consecuencias pues nadie le toma enserio.

Sin la fuerza de resistir el dolor pasado, muere en el camino de aflicción, pero un ángel lleva su alma perdonada a los cielos en donde el amor abunda y jamás se acaba. Pueden ver sus ojos un paraíso celestial, el significado del buen vivir ahora retorna a su mente y pierde lentamente la capacidad de actuar mal.

domingo, 13 de abril de 2008

Una tarde..

El crepúsculo primaveral comenzaba a desaparecer y un viento leve me acompañaba aquel frío diciembre. La pálida luz, débilmente lograba entibiar mi rostro.

Estaba sentado y degustando pan blando bañado en fresca mermelada, teniendo el cuidado de no ensuciar mi bufanda con el dulce. Lucas me observaba mientras reía inocentemente, pero con un brillo malicioso en su mirada. Con sus pequeñas manos arrastraba el alimento hacia su puesto y así el pequeño salvaje tragaba en su utopía de glotonería. Al que más le molestaba el desagradable comportamiento de Lucas era a Thomas, su hermano mayor quien rápidamente comía pero cuidando sus modales.

Yo seguía observando el pequeño festín de la casa Schade, pero un movimiento brusco me interrumpió. Era Freddy que se había puesto de pie para ayudar a la madre de los Schade. Siempre procurando de no cometer ningún desacato, ayudé a levantar mi plato. Pero Freddy me arrebató de las manos mi plato y me dirigió una sonrisa pícara.

Terminada la merienda, salí al patio, el cual estaba cubierto de pequeñas piedrecillas. Thomas salió de la casa siguiéndome y venia acompañado de Freddy. Thomas calmadamente regresa a la casa ya que estaba descalzo y eso era impedimento para jugar y recrearse. Freddy subió a saltos el cerro de la familia Schade y yo lo seguía nervioso pero feliz. Thomas regresó con unas zapatillas mugrosas que eran especiales para las caminatas y también traía consigo las llaves del portal que cubría gran parte de la sima del cerro.

En medio de nuestro jolgorio abrimos el portal y al entrar, nos sentimos renovados, pues era otro mundo en plena naturalidad y virginidad. Freddy tomó una rama polvorienta y comenzó a jugar. Thomas tomó posición de combate para la lucha contra Freddy, todo era una diversión infantil provocada por Freddy.

Un inquietante ruido se escuchó de lo más profundo del bosque. No era una criatura endemoniada o un villano de ilimitados poderes como imaginaba Freddy. Era un simple ciclista el causante del ruido. El ciclista algo jadeante y con su cara húmeda, nos pregunto la hora, no supimos responder a su inquietud y se fue algo desorientado.

Continuamos avanzando, en dirección a la Universidad ya que a través del cerro se podía llegar a las facultades. Al llegar al estadio olímpico hicimos algunas carreras pero como la noche ya se anunciaba tuvimos que irnos. Freddy en su emoción quiso regresar por el cerro, cuando ya en la noche era más segura la calle y a esas horas nos exponíamos a verdaderos peligros. Pero finalmente decidimos ir por el cerro, que ya había adquirido un aspecto lúgubre.

Freddy confiado en su orientación y agudeza aventurera, nos comentaba que había dejado su rama polvorienta como señalización del camino correcto. En ese instante escuchamos un agudo chillido, el sonido paralizante provenía de un ratón negro camuflado por la noche y atrás de el, abundaban las madrigueras. Corrimos desesperados y no encontrábamos la rama. Yo debido a mi cansancio me sostuve de Thomas quien ya no podía ver nada por que era miope y obviamente tuvo que tomar a Freddy como perro lazarillo. Éramos una cadena humana y nos lamentábamos por no haber traído celular.

Yo en mi miedo comencé a rezar y Freddy que aún intentaba hacerse el valiente cayó derrotado ante el miedo. Pero una luz se podía vislumbrar a través de los arbustos, era la ciudad y en nuestra felicidad corrimos felices con nuestras escasas energías. En esto Freddy nos abrazo lleno de felicidad arrepentido de su egoísmo y hasta el día de hoy recuerdo su palabras: “¡Abrazo de grupo!”